Los sentimientos
a flor de piel, las lágrimas aun secándose, pero la misma sensación que hace
años. La sensación de haber conseguido otro reto, otro propósito más, otro obstáculo
y miedo superado. Porque todo llega, solo hay que saber esperar el momento oportuno
para conseguirlo. Porque no hay nada imposible, simplemente ha tardado más en
llegar. Y aunque el camino haya sido duro, con piedras, baches y algunas caídas…
la recompensa merece la pena. Porque no importan las piedras del camino y ni
las veces que te hayas caído, has de quedarte solo con cómo has sido capaz de
esquivar los obstáculos y de levantarte después de cada caída. Y mentiría si
dijera que fue fácil, o que hubo momentos en los que me sentí derrotada,
derrotada por mí, decepcionada con la vida; pero nadie dijo que fuera fácil. Y es
que lo importante es el sentimiento de orgullo y autoestima que una siente
cuando ha logrado sus metas.
Para algunos
sus metas serán tener un buen trabajo, una buena casa, un coche de lujo, ropa
cara o cualquier cosa material, para mí, mi meta era y sigue siendo ser feliz,
vivir la vida que jamás pensé que lograría. Mirar a la pared, observar ese
papel, porque es un papel, pero para mí es el logro de una vocación que ha
conllevada sacrificios y mucho aprendizaje.
Porque
la vida no es más que un eterno camino de aprendizajes, en el que te puedes
encontrar un poco de todo, baches, obstáculos, momentos de felicidad absoluta, miles
de sentimientos, que muchas veces no sabemos descifrar. Pero al fin y al cabo
todo son aprendizajes y recuerdos; recuerdos que forman la historia de nuestra
vida.